Imagen desde la grada del Vivar Téllez. Foto Vélez CF
Llegué al Vivar Tellez como cualquier otro domingo, dispuesto a volver a ver a mi Vélez disputar otro encuentro de la temporada contra un rival bastante rocoso. Se murmuraba desde la grada que el Adra podía ser un rival peligroso si conseguía marcar pronto. Pocos daban crédito a esa situación ya que prácticamente los 900 espectadores que cada domingo vamos al Vivar Tellez tenemos fe ciega en los de Adrián Gonzalvez. Y asi fue…justo cuando sonaban los acordes de Paquito Chocolatero y el estadio se convertía en una nube de papelitos volando y el Vélez salía radiante al encuentro con sus aficionados, pensé: el Adra hoy no se escapa. Durante la primera parte la afición se dedica prácticamente a contar los jugadores caídos por parte del Adra, llegué a contar hasta 9, hasta que decidí dejarlo y quedarme helado cuando en el descanso el marcador reflejaba un 0 a 2 para el cuadro abderitano.
Pero la 2ª parte fue distinta. Se produjo ese momento mágico en el que hay que reunir una serie de cosas que sólo aquí puede darse... Jugadores con hambre de ganar, un terreno de juego cercano a la afición, un rival que nos sacaba de quicio, y una afición entregada al equipo y a sus jugadores. La atmosfera que se respiraba era la de las grandes citas, la de las remontadas épicas. Nos recordaba a aquellos partidos de los 90 en los que la gente asfixiaba al linier en la banda, al equipo contrario en el banquillo y en el que la afición prácticamente empujaba al cuadro veleño a conseguir la heroica. Y como no podía ser menos, asi fue. Nuestro “Ángel de la Guarda” vino a rescatarnos con un hermoso testarazo que nos hizo saltar, aporrear las chapas con más fuerza que nunca y que se volviera a escuchar el grito de guerra de la afición veleña.
"El Aficionado Cabreado"
Cadena Energía
Pero la 2ª parte fue distinta. Se produjo ese momento mágico en el que hay que reunir una serie de cosas que sólo aquí puede darse... Jugadores con hambre de ganar, un terreno de juego cercano a la afición, un rival que nos sacaba de quicio, y una afición entregada al equipo y a sus jugadores. La atmosfera que se respiraba era la de las grandes citas, la de las remontadas épicas. Nos recordaba a aquellos partidos de los 90 en los que la gente asfixiaba al linier en la banda, al equipo contrario en el banquillo y en el que la afición prácticamente empujaba al cuadro veleño a conseguir la heroica. Y como no podía ser menos, asi fue. Nuestro “Ángel de la Guarda” vino a rescatarnos con un hermoso testarazo que nos hizo saltar, aporrear las chapas con más fuerza que nunca y que se volviera a escuchar el grito de guerra de la afición veleña.
"El Aficionado Cabreado"
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